Por Isaías A. Rodríguez Si proyectamos la mirada hacia el pasado
histórico, veremos que la mayor parte de los siglos idos han estado dominados
por un ambiente mítico, supersticioso y misterioso. Prevalecía un mundo sacralizado,
en el cual el ser humano, vivía sobrecogido más por la creencia el más allá que
en el presente. Aquí, en la tierra, por todas partes veía fuerzas extrañas que
lo dominaban y atemorizaban, la solución imperiosa era recurrir a lo divino y
sobrenatural. El tiempo, el espacio y la vida toda se concebían bajo el prisma
de lo arcano y eterno.
A partir del siglo dieciséis se inicia una corriente
que con el tiempo cambiará a la sociedad llevándola a otra conocida con el término
de secularizada. Ahora, el ser humano comienza a ver la existencia bajo el prisma
de lo racional y científico. En el curso de unos dos cientos a tres cientos años,
aparecieron pensadores, filósofos y científicos que desplegaron un esfuerzo titánico
para librar a la sociedad de unas estructuras medievales anquilosadas. Baste recordar
algunos nombres: John Locke, Descartes, Newton, Diderot y D´Alambert, Montesquieu,
Rousseau, Voltaire y Kant. Su mayor empeño consistió en romper con moldes religiosos
trasnochados y dar al ser humano carta de ciudadanía empleando su inteligencia
en la marcha y gobierno de la vida en este planeta. En otras palabras, se trataba
de dejar a un lado una sociedad sacralizada y mítica para dar paso a otra secularizada
y científica. Eran los inicios del secularismo.
Aunque el contenido y
el empeño ya tenían historia, el término secularismo apareció por vez primera
en el 1896 con el escritor británico George Jacob Holyoake cuando publicó El
secularismo inglés. En su obra promovía un orden social separado de la religión.
"El secularismo, afirmó, no es un argumento contra el cristianismo, es independiente
de él, no cuestiona las pretensiones del cristianismo, sino que avanza otras".
La recuperación válida del término "secularismo" ha implicado bastante
tiempo. La cara positiva de este movimiento tiene un efecto favorable para la
religión, ya que la purifica de excesos, mientras que la fe cristiana se concentra
más en su ámbito propio, el misterio de Dios revelado. Este tema, fue tratado
de una manera llamativa en el 1984 por Harvey Cox con su obra: La religión
en la sociedad secular. Hacia una teología post moderna. El lector puede leerla
rastreando en Google.
El secularismo protege tanto a creyentes como a
no creyentes y busca salvaguardar la libertad de creencias y prácticas religiosas
de todos los ciudadanos. El secularismo proporciona un marco dentro del cual la
sociedad pueda vivir democráticamente. Los ateos, evidentemente, profesan especial
interés en apoyar el secularismo, pero este movimiento, en sí mismo, no pretende
cuestionar los principios de ninguna religión. Las personas religiosas tienen
el derecho a expresar sus creencias públicamente, pero también lo tienen los que
cuestionan esas creencias. Las organizaciones religiosas no deben gozar de protección
privilegiada del derecho a la libertad de expresión. En una democracia, todas
las ideas y creencias han de estar abiertas a la discusión.
En realidad
el secularismo, basado en la democracia, busca la protección de todo ciudadano
defendiendo igualdad de derechos para todos. Según esto, los secularistas prefieren
que los políticos tomen decisiones por razones más seculares que religiosas. En
este campo caerían temas como la igualdad de género, el aborto, la anticoncepción,
el matrimonio entre personas del mismo sexo, la educación sexual, las personas
LGBT, las minorías, etc.
Algunos fundamentalistas cristianos, especialmente
en Estados Unidos, se oponen a la secularización, afirmando que es una ideología
"secularista radical" adoptada en nuestros días y se presenta como una amenaza
a los "derechos cristianos". En la sociedad contemporánea los fundamentalismos
más radicales estarían representados por algunos grupos dentro del cristianismo
y del islamismo.
En general una sociedad secularizada tiende a negar toda
visión sobrenatural de la naturaleza. Es tolerante con la diversidad religiosa.
Los problemas se solucionan racionalmente mediante el análisis y examen de los
hechos. Es una sociedad sin imágenes oficiales. Se promueve el respeto hacia los
individuos y los pequeños grupos de los que forman parte. En general se trata
de asegurar la igualdad en toda la sociedad, en la política, en la educación,
la ley y en todos los campos, tanto para creyentes como para no creyentes.
Por
ello, no todo es negativo en este nuevo contexto para el acostumbrado a una sociedad
tradicional. El nuevo modo de vivir garantiza más la sinceridad y coherencia de
la adhesión creyente; promueve formas de presencia y evangelización.
El
nuevo contexto de pluralismo cultural obliga a las iglesias a abandonar planteamientos
propios de una situación de monopolio religioso. Se trata sobre todo de una mayor
calidad de la fe que se vive y se ofrece.
Dicho esto, es necesario mencionar
que para la inmensa mayoría del pueblo católico latino, -y en gran parte para
todo católico romano- el vivir ha transcurrido guiado más por patrones medievales
que secularizados. Más aún, gran parte del pueblo latino todavía vive un ambiente
sacralizado, que, sin querer, por la fuerza del contacto, se va diluyendo en formas
cada vez más secularizadas.
El momento culminante de una ruptura con el
pasado lo vemos en el Concilio Vaticano II, donde se plantearon y describieron
las nuevas características del mundo moderno, y donde, por otra parte, en la misma
Iglesia, con los teólogos de vanguardia, fueron apareciendo nuevas ideas, que
obedecían más a un mudo científico que al mítico.
El problema que actualmente
tenemos plantado es el de cómo presentar la buena nueva en un mundo cada vez más
científico, tecnológico y secularizado, que ofrece resistencia a ideas que todavía
en algunos lares se mantienen como dogmas.
Con todo, no podemos ignorar
el hambre que el ser humano contemporáneo tiene de algo más sustancial, duradero,
permanente y que satisfaga la profunda necesidad de felicidad. No sería extraño
que, tras un período de secularización y experimento, los humanos se volcaran
por los caminos de la mística. Ya hay indicios de esto, y creemos que continuarán
floreciendo a medida que la sociedad se hastíe de todo experimento superficial
y transitorio.
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